A la vez que crece la concienciación sobre el bienestar equino, crece el debate sobre si hay que montar a los caballos.
Desde mi punto de vista, la pregunta de si debemos o no montar a los caballos es incorrecta, ya que es una generalización y deja la respuesta en manos de opiniones personales en lugar de buscar respuesta en el conocimiento.
Para mí esta pregunta se desglosa en muchas otras. Por ejemplo:
¿Tengo suficiente capacitación para valorar la forma física de un caballo?, ¿Sé ver su estado de ánimo?, ¿Sé cómo entrenar física y emocionalmente a un caballo para qué se pueda montar?, ¿Sé si el equipo del caballo es adecuado para él?, ¿Sé cuánto tiempo puedo montarlo y en qué intensidad? , ¿Sé escuchar el feedback del caballo?, ¿Tengo un entrenamiento personal físico y psíquico adecuado para montar a caballo? Tengo conocimientos de biomecánica humana y equina? ¿Cómo ando de conciencia corporal? ¿Cómo vive el caballo que quiero montar?, ¿Qué necesita, para sentirse bien en su día a día?, ¿Qué le puede motivar a pasar tiempo conmigo?, ¿Conozco los 5 estados del sistema nervioso y sé manejarme para mantener al caballo en confort fisiológico?, ¿Antepongo el bienestar del caballo a mis deseos y expectativas?
Si estas fueran las preguntas, entonces la de si hay que montar a los caballos no sería necesaria.
A mí modo de ver las cosas, la mayoría de caballos y de jinetes, deberían pasar por un plan de entrenamiento y un reseteo radical para que la práctica de la equitación se pudiera justificar. Las formaciones deportivas reconocidas oficialmente, no incluyen todos estos conocimientos. Todo esto es compromiso personal para con el caballo y salirse de lo de toda la vida, para buscar en fuentes antiguas y en fuentes innovadoras.
Como jinetes debemos tener un camino de práctica personal que nos ayude en lo físico, en lo emocional y en lo espiritual. Y desde nuestro despliegue de habilidades, incluir el acompañar al caballo en sus retos, sus desequilibrios y sus tensiones, para encontrar juntos una mayor armonía cada vez. Mi práctica es el Qi Gong (Txi Kung), seguro hay otras igual de válidas.
Hay que enterrar el mito, de » sólo lo monto los domingos». Por qué aquí es dónde haces daño. Para montar los domingos debes entrenarte a ti mismo y a tu caballo durante la semana. Y montar los domingos con cabeza y con corazón, y con una silla adecuada y respetando el sistema nervioso del caballo…
Así que la pregunta ni era correcta ni era tan simple. Montar a caballo es aprender de forma contínua, hacer formaciones no siempre reconocidas oficialmente, conocer de expresiones faciales, de biomecánica, de sistema nervioso, de etología, de conciencia corporal, de entrenamiento pie a tierra, de entrenamiento en el exterior, de técnicas manuales para el día a día, de ajuste de monturas…
Y si parece que estoy tratando de desanimar a quién esté pensando en meter un pie en el estribo, es exactamente lo contrario.
Quiero pensar que avanzamos lentos pero seguros en esta dirección y que si algún día dejamos de montar a los caballos, es porqué sabemos qué implica montarlos y renunciamos a este placer, por el placer de ofrecerles la mejor versión de una vida en cautividad, pero mientras sigamos montando, tenemos la responsabilidad de formarnos el máximo en todos los ámbitos relacionados con el bienestar del caballo, y no perder nunca la curiosidad y la capacidad de cuestionarnos a nosotros mismos cada día. Y desde este conocimiento, elegir qué caballo montamos, qué instructor queremos y también cuándo renunciamos a montar y porqué.
Los caballos de todas las edades pueden mejorar física y emocionalmente, los humanos también. Siempre deberíamos estar aprendiendo sobre caballos y sobre nosotros mismos.
No debemos elegir entre montar o no montar, la elección es entre no montar o montar de forma consciente a un caballo preparado para ello, con la montura adecuada, haciendo el ejercicio correcto para el momento de los dos.